ENTREVISTA A ELADIO VILLANUEVA, Secretario General de la CGT

 

P.- ¿Qué factores servirían para medir el grado de viveza o de anquilosamiento de una organización y cual es su valoración para la actual CGT?

R.- Habría que contemplar dos tipos de parámetros. Primero, los objetivos como afiliación, número de delegados,  locales, grado de consolidación de la estructura ... es decir,  lo medible, lo sopesable.Y un segundo factor, quizá más importante, que sería el nivel vinculación con procesos reales, si se influye o no,  se aporta o no, en que grado somo capaces de generar movilizaciones, cómo y cuánto influimos en un grupo de personas o en un ámbito determinado. Sumando ambos parámetros, podríamos llegar a la conclusión de que estamos en una organización viva que nos permite influir cada vez más y que el entorno cada vez nos da más crédito, lo que hace que cada vez seamos tenidos más en cuenta. Sin embargo, el desarrollo de la organización, tal y como se ha producido, es muy dependiente de los ámbitos vinculados a los procesos laborales de negociación colectiva, mientras que en otros entornos sí se nos escucha  pero no somos un factor de dinamización. Es decir, lo laboral respalda a otros procesos pero también nos limita.

 

 

P.- ¿Qué diferencias hay entre un delegado medio de la CGT (que participa habitualmente en su sección sindical y esporádicamente en el conjunto de la  organización) y el de otras organizaciones sindicales?

R.- Por lo menos tres aspectos: Primero, un mayor nivel de implicación y  de compromiso que se traduce en más ganas de hacer las cosas bien. Segundo, la independencia de coyunturas determinadas y de otros intereses: nuestra gente hace un sindicalismo honesto en el que los únicos intereses son los de los trabajadores. Tercero, las ganas de lucha, de actuación, que son mayores que las de otros delegados.  Pero, bueno, también somos humanos, como todos, y unas veces acertamos y otras no.

 

 

P.- ¿Dónde colocas el punto de equilibrio entre la estructura territorial y la  sectorial de la organización, históricamente polémico, y qué se puede hacer  para alcanzarlo?

R.- En una práctica razonable que permite funcionar y colaborar para que se cumplan los objetivos. En ambos planos, los objetivos son comunes, lo difícil es conjugar las prácticas y las dinámicas. Para favorecer esa conjunción hay que poner las prácticas y los hechos por delante de los estatutos y las normativas en base a una colaboración lógica para alcanzar objetivos comunes.

 

 

P.- Durante los últimos cuatro años, ¿en qué sectores y territorios se ha  avanzado, en cuáles retrocedido y por qué razones?

R.- Numéricamente y a nivel de influencia hemos avanzado en todos los territorios y sectores. Quizás problemas puntuales determinados nos han frenado en alguna provincia pero  el crecimiento ha sido general. En territorios donde históricamente no se tenía presencia como Castilla la Mancha y Extremadura se han creado sindicatos y y se han abierto locales. En las Confederaciones más importantes también se ha crecido. Pero ese incremento numérico no ha tenido una correspondencia directa en el aumento de la participación. Este es un proceso más lento y más duro en un mundo muy diverso y parcializado.

Sectorialmente también se ha avanzado aunque hay terrenos como la hostelería, construcción, o el campo donde es muy difícil entrar porque no hay empleo estable, no  hay vinculación laboral, están muy desestructurados. También reseñar el esfuerzo que se está haciendo por abrir camino y hacer del sindicato una herramienta válida en nuevos sectores donde hay trabajadores mas jóvenes y mayor precarización. El éxito dependerá de si somo capaces de invertir y dedicar medios y esfuerzos de los sectores que ahora tienen más potencial en aquellos donde  la patronal propone, dispone e impone a su antojo.

 

 

P.- ¿Se corresponde el crecimiento de la CGT, en un determinado ámbito  laboral, con un incremento de la conciencia, la participación y la actuación?

R.- Entiendo que sí, pero no en la misma proporción que numéricamente. Se crece más en cantidad que en participación y conciencia. Y más en participación que en claridad respecto a los objetivos. Hay un escalonamiento, seguramente tiene que ser así, pero hay que trabajar para que el avance numérico se traduzca en avances en esos otros terrenos, para que ese porcentaje sea cada vez  mayor  es necesario profundizar los debates, facilitar la formación ... Es un trabajo duro, difícil y a contratiempo, contra el tiempo que vivimos presidido por lo fácil, el consumo, el dejarte llevar ... y que también nos afecta a nosotros. De lo que se trata, en última instancia, es de que la incorporación a lo sindical se traduzca en cambios vitales en todos los órdenes de la vida y, también, en unos comportamientos más comprometidos y acordes con el proyecto que postulamos.

 

 

P.- ¿Tiene un techo nuestro crecimiento? ¿Cuál es en los distintos ámbitos de actuación? ¿Se puede hacer algo para superarlo?

R.- Creo que va teniendo techos lógicos. Irá  creciendo en la medida que  globalicemos nuestro crecimiento. Es impensable un crecimiento enorme en un ámbito si no se da un crecimiento más general, más normalizado. Los límites nos lo ponemos nosotros con nuestra propia realidad. Tenemos alrededor del  20% en los centros de trabajo grandes, podemos ser mayoría en pequeñas empresas... pero para enfrentarnos a las patronales o la competitividad global necesitamos una implantación más compleja, asentarnos en espacios más amplios, crear equipos humanos de trabajo capacitados y consolidados, desarrollar infraestructuras y medios, potenciar la formación, saber coordinar nuevas iniciativas y posibilidades de lucha ... Este es el camino para ir incrementado una influencia real en las relaciones laborales y sociales. 

 

 

P.- ¿Somos una organización que cumple un papel parcial determinado dentro del panorama sindical o somos capaces de realizar un sindicalismo total?

R.- Somos capaces de desarrollar un sindicalismo total y de hechos. Nuestros planteamientos son muy de conjunto, visiones que se entrelazan, discurso global, coherente, igual en todos los sitios aunque pueda haber matices. Es muy completo porque vincula lo sindical y lo social y ello permite dar pasos muy positivos. Es lo que hemos ido desarrollando poco a poco en los últimos 10 años. Ahora hay una práctica, tenemos nuestra propia estrategia en la movilizaciones y en la negociación que nos permite dar pasos en torno a un discurso base de reparto del  trabajo y de la riqueza.

 

 

P.- ¿Cuáles son los límites de nuestra capacidad de actuación eficaz en los ámbitos de empresa, sector y en el conjunto de la sociedad y que tendríamos que hacer para superarlos?

R.- En las empresas los limites son pocos. Ahí  estamos influyendo en todos los terrenos aunque el sindicalismo de los mayoritarios  luego se salga con la suya. En el ámbito sectorial nuestra influencia es más diluida, y para influir en el conjunto sociedad hay  barreras difíciles de salvar, como el silenciamiento al que nos someten los medios de comunicación, tanto los oficiales como los alternativos, la escasa penetración de nuestros propios medios, y  el aislamiento en el que muchas veces nos encontramos. Para avanzar tenemos que ser capaces de hacer llegar  nuestros mensajes, de mejorar la distribución de nuestros medios, en llegar más y mejor a más sitios.

 

P.- La lucha sindical sigue siendo factor de cambio o ha pasado a serlo de integración?

R.- Puede ser ambas cosas, igual que cualquier otra actuación social. El sistema las puede integrar a todas, todo lo compra, lo utiliza, lo vacía, lo integra  y lo vuelve contra nosotros. El sindicalismo está vinculado con millones de personas en toda el planeta y una parte del sindicalismo es motor de integración y otra no. Nosotros tenemos que estar haciendo un esfuerzo permanente para mantenernos como motor de cambio y para ir limando todas las tendencias corporativas que nacen en nosotros mismos.

 

P.- ¿Llega el sindicalismo a las capas más profundas de las personas? ¿Cambia sus hábitos y estilos de vida?

R.- Ojalá. Algo cambia. Genera esperanzas, expectativas de un mundo mejor y más justo. Pero ¿hasta dónde llega a fondo? Sería difícil de medir. Es un tema complejo en el que no se puede calibrar el corto plazo y que hay que trabajar con más perspectiva. Nuestra actitud sindical debe repercutir en los comportamientos y en las formas de ser: menos consumistas, más coherentes, más personas en definitiva.

 

P.- Después de estos años al frente de la Secretaría General enuncia brevemente los aspectos que más te preocupan y aquellos que más te satisfacen.

R.- Lo que más me preocupa son las dificultades para organizar a los sectores más precarizados y conectar con colectivos jóvenes. A pesar que desde lo laboral somos capaces de influir en el conjunto de procesos,  nuestra propia esencia sindical nos condiciona para trabajar sin límites en otros procesos de lucha que incorporan nuevas esferas de actuación. También me preocupa que aún somos una organización con tendencias corporativas que parecen cuestionar la propia vigencia del proyecto que encarnamos y defendemos como organización, y el que se den entre nosotros prácticas cainitas intolerables heredadas de los años de crisis continuas y que fomentan una cultura de lo propio en lugar de lo común.

Lo mejor que somos un conjunto de gente combativa, con ganas de cambiar las cosas, con pulsos solidarios. Lo mejor es la gente que forma la organización, las trabajadoras y trabajadores de la CGT que se implican en un  proyecto de futuro, los hombres y mujeres que vamos haciendo una organización más válida y capaz para avanzar hacia a ese proyecto. Creo que hacemos todo eso, un poco deslabazada y parcialmente, pero lo importante es no dejar de intentarlo.