DE LA REFUNDACIÓN  DE LA CNT  AL CONGRESO DE UNIFICACIÓN

Tras la derrota de 1939 y la dura represión sufrida durante los primeros años del franquismo, en los años 50 la CNT estaba conformada por dos facciones enfrentadas en el exilio y algunos núcleos de militantes clandestinos en el interior. Había perdido su papel hegemónico entre la clase trabajadora española.

A finales de los 60, las luchas obreras y sociales antifranquistas dieron lugar a una serie de grupos que actuaban en ámbitos laborales, estudiantiles y vecinales y que tenían como principales características comunes la autonomía respecto de los partidos políticos, el antiautoritarismo en su funcionamiento y estructuración, el compromiso antifranquista y de clase y la voluntad de transformación social.

También, una profunda admiración por la tarea constructiva de la CNT en la revolución del 36. Las colectivizaciones industriales y agrarias  se presentaban como precedente de la autogestión que proponían. Sin embargo, los representantes oficiales en el exilio[1] provocaban desconfianza por el análisis de la situación en España y su visión patrimonialista  de la CNT.

El papel de la CNT en la transición

Durante el proceso de transición política, la CNT tuvo que compatibilizar su propia estructuración (secciones sindicales, sindicatos, federaciones territoriales, comités coordinadores), en un proceso de continuo crecimiento y ampliación de sus marcos de influencia hasta 1978, con una activa intervención en las problemáticas laborales[2] y una pugna interna sobre el modelo organizativo y de intervención.

Ésta se daba entre los defensores de la vigencia de los acuerdos (principios, tácticas y finalidades) del Congreso de Zaragoza de 1936 y de la CNT ortodoxa del exilio y los que pretendían transformar la CNT en un movimiento globalista contra quienes planteaban una renovación y una adecuación de las estrategias del anarcosindicalismo a la realidad del último tercio del siglo XX, entre los que se contaban también quienes habían formado Frente Libertario en el exilio.

1976: La reconstrucción de la CNT  y la lucha por la libertad sindical

En febrero de 1976 se produjeron las asambleas de reconstrucción de Madrid, Barcelona y Valencia. Un llamamiento a “todos los núcleos libertarios interesados en la reconstrucción de la CNT”[3] reunió centenares de personas en la sala de actos de la iglesia de Sant Medir, en el barrio barcelonés de Sants. De la Asamblea de Sants salió el compromiso de construir la nueva CNT y la formación de una comisión de trabajo para organizar el proceso constitutivo de la organización catalana y su confluencia confederal.

Además de la reivindicación histórica de la CNT (“conjunción del sentimiento de emancipación de la clase obrera”) se ponían las bases para la construcción de un sindicato con aspiraciones de transformadoras “no un mero sindicato reivindicativo”, y se expresaba la voluntad de compromiso “con amplios sectores de trabajadores” y de potenciar los principios del sindicalismo revolucionario “sin exclusiones ni exclusivismos”[4]

El primer pleno de regionales de esta etapa  se celebró en Madrid el 22 de febrero y, desde abril, el Comité Regional del Centro empezó a funcionar como organismo coordinador. En julio, en un nuevo Pleno se sumaron Euskadi, Murcia, Asturias y Cantabria. En agosto, se celebró el I Pleno de Andalucía.[5]

La libertad sindical

Uno de los principales debates ante los que se situó el sindicalismo antifranquista fue el futuro de la estructura sindical corporativa. La mayoría de quienes participaron en la reconstrucción de la CNT optaron por la abstención en las elecciones sindicales del 75, uno de los últimos intentos de lavarle la cara a la CNS. Sin embargo, CCOO y USO decidieron aprovechar la coyuntura.

Ante las intenciones de determinados ministros tardo franquistas (Martín Villa o Areilza) de travestir el sindicato vertical en una “sola unión democrática y representativa de los trabajadores, independiente del Estado y la patronal”[6], la posición de la Confederación fue frontal: la CNS debía desaparecer y sus propiedades retornadas a las organizaciones sindicales.

En Las razones de un no[7], se explicaba la negativa a entrevistarse con el ministro de Relaciones Laborales, De la Mata, porque se consideraba que se intentaba alargar la vida del postfranquismo y “lo que (la CNT) exige es la libertad sindical  y la aplicación sin más de las disposiciones que garanticen a las organizaciones hoy todavía ilegales el pleno usufructo de esa libertad”.

Tampoco se participó en la Coordinación de Organizaciones Sindicales y se valoró negativamente (también UGT y ELA)  la propuesta de CCOO de celebrar un congreso constituyente del movimiento obrero español para conformar una central única. La editorial de Solidaridad Obrera, de junio-julio, hacía una estricta separación entre unidad, a la que la CNT se apuntaba, y unicidad, que se menospreciaba frente a los valores fundamentales de la libertad sindical y la pluralidad. También se criticaba que fuera una correa de transmisión de determinados intereses políticos.

1977: crecimiento y boom libertario

“En 1977 las expectativas de crecimiento parecen augurar un buen futuro... la CNT busca su papel. La tónica general en estos primeros meses de funcionamiento va a caracterizarse por un movimiento pendular; por un lado la lógica intervención en distintos conflictos laborales... Frente a estas expectativas de crecimiento sindical, las discusiones y enfrentamientos internos van minando la moral de los afiliados,...”[8]

Miles de personas acudieron a los mítines de San Sebastián de los Reyes (marzo) y Montjuïc o a las Jornadas Libertarias de Barcelona (julio) Algunas luchas y negociaciones protagonizadas por la CNT tuvieron una amplia repercusión mediática y sindical. Y, según las cuentas (difíciles de demostrar) del Pleno Nacional de Regionales de septiembre, la Confederación tenía 120.000 afiliados.

Para Zambrana[9], el mitin de  Montjuïc (aunque considera que fue una ocasión perdida), las Jornadas Libertarias Internacionales y la intervención social urbana a través de los Ateneos Libertarios fueron los elementos centrales para trasladar el discurso libertario a la sociedad y, especialmente, a los jóvenes.   

Pero, según Torres Rayan[10],  el problema del modelo organizativo no resuelto (sindicato o movimiento) se subrayó aún más en 1977 con el llamado  “boom libertario” que coincidirá en el tiempo con el reflujo de la lucha obrera y los Pactos de la Moncloa, la imposición definitiva de la reforma política sobre la ruptura y el principio del desencanto.

Mientras en muchos sindicatos cenetistas se institucionalizaban las asambleas ideológicas, el sector sindicalista daba prioridad a la actuación en las empresas y, en especial, a la negociación colectiva (“claves en el contexto del debilitamiento de la lucha obrera”) y a los comités de empresa. Esta tendencia más pragmática comenzó a  dar resultados a finales del 77: “dinámica sindical mucho mayor y fundación de algunos sindicatos nuevos y más dinámicos”. Entre tanto, la FAI había iniciado una fase de control en el ámbito estatal que había dado sus frutos en Madrid y el País Valencià.

En plena euforia cenetista, el año finalizaría con dos medidas de amplio espectro: los Pactos de la Moncloa (octubre) y el nuevo modelo de representación sindical (diciembre)

El modelo organizativo

Torres Rayan[11] sostiene que en el proceso de reconstrucción de la CNT colisionaron dos conceptos o interpretaciones del movimiento libertario y del movimiento sindical: “las fuerzas que se habían identificado con el anarquismo desde los años 70 en España, al margen de la CNT, y las fuerzas apoyadas por la organización exiliada de Toulouse”.  La ambigüedad de la reconstrucción dio al exilio la oportunidad de ejercer su influencia sobre la CNT aunque “las fuerzas de la ‘nueva’ CNT excedieron en mucho el peso de los aliados del exilio”.

En enero de 1977, medio centenar de personas fueron detenidas por la policía en Barcelona bajo la acusación de pertenecer a la FAI. Estas detenciones y su vinculación a la CNT provocaron una primera salida de afiliados y un fuerte debate entre quienes planteaban la defensa incondicional de los detenidos y quienes querían distanciar a la CNT de estas actuaciones, “... la violencia de estas luchas causó un impacto tremendo sobre la composición de la CNT de Catalunya, con la salida de militantes sindicales experimentados, que fueron sustituidos por el elemento pasota-ácrata”[12].

Años después, Edo acusaba a los más puristas de estar detrás de los  hechos “... que la CNT volviera a ser una organización amplia y con prestigio entre los trabajadores... hubiera supuesto mayor dificultad para quienes... su obsesión fue la de controlar y dirigir la CNT,..., montan precipitadamente la reconstrucción de la FAI … se les pasa por alto la convocatoria en la reunión de un conspicuo confidente de la policía. No importa, ya correrá la CNT con la solidaridad necesaria… Hay que radicalizar las acciones en las que intervenga la CNT para sacar a los reformistas de los comités”.[13]

En un artículo sin firma[14], donde se ve la mano del secretariado de Catalunya, se afirmaba que la CNT no era una organización específicamente anarquista ni tampoco un sindicato únicamente reivindicativo, y la definían como anarcosindicalista. Rechazaban cualquier tipo de dogmatismo y se mantenían distantes de otras organizaciones próximas (en velada referencia a la FAI) para defender la autonomía de la organización: “La CNT… debe seguir levantando la bandera de la autonomía  de clase por ser consustancial con ella misma y una exigencia del movimiento obrero que no acepta mediatizaciones”.

En la misma línea[15] se planteaba la adecuación de las estrategias y tácticas de la organización a la sociedad del momento: el pacto social, la representación por delegados, las reivindicaciones inmediatas,... Ante la diversidad humana e ideológica que convivía a la CNT (“Desde los sindicalistas conscientes hasta los folklóricos de la bandera negra y la A pintada en el culo, sin olvidar los marxistas libertarios, los ‘pasaos’ de Ajoblanco, los malos copistas del situacionismo, algún ex-MIL en vías de regeneración, una cierta gauche anarco-divine, los exiliados que han parado su reloj en el 36, etc.”), se llegaba  a la conclusión que estos elementos no podían dar la imagen pública de la CNT, se pedía la combinación de libertad individual y autodisciplina organizativa para construir una organización seria y creíble para los trabajadores y se consideraba que la reconstrucción de la FAI era contraproducente.

A la defensa de la facción ortodoxa del exilio y de la FAI, como específica anarquista y grupo de presión en la CNT, se unieron las voces de quienes consideraban que el modelo organizativo sindical estaba trasnochado y no permitía recoger a las nuevas fuerzas potencialmente revolucionarias representadas por los sectores más marginales. Esta tesis de la organización global o globalista encontró eco entre los llamados pasotas, algunos sectores jóvenes y los más desclasados o sin realidad sindical. No obstante,  hicieron buenas migas con los defensores de la ortodoxia.

Rivera[16] señala que las diferencias insalvables sobre modelos organizativos eran producto de la confluencia de “bases obreras clásicas, tradiciones autonomistas, renovadores libertarios y jóvenes atraídos por una ideología difusa... y preocupados más por cuestiones vivenciales  o (contra)culturales que clasistas o sindicales”  Estos modelos fueron: el sindicalista revolucionario (de base sindical, cuya estructura territorial permite intervenir socio-políticamente), el consejista (que primaba el asambleismo y consideraba el sindicato un “obstáculo” para la espontaneidad de la clase obrera) y el integral o globalista (que consideraba que el individuo explotado y marginado era el nuevo sujeto revolucionario y que la CNT debía tener  una estructura más flexible para incorporar sectores de los movimientos sociales y marginados, en las mismas condiciones que los sindicatos de sector)

1978: el caso Scala, el CN en Barcelona y las elecciones sindicales

Los Pactos de la Moncloa inauguraron la reciente y abundante retahíla de pactos sociales. Presentaban unas características especiales debido a que sus firmantes fueron los principales representantes políticos de la transición, pero sus consecuencias más negativas (control salarial, reconversiones industriales, regulaciones laborales,...) se dejaron notar en el terreno sociolaboral y afectaron a aspectos que, desde el final del franquismo, se habían dirimido en la negociación colectiva.

La supeditación de las direcciones de CCOO y UGT a las estrategias de sus correligionarios políticos PCE y PSOE dibujó un nuevo escenario sindical. La actividad sindical, que había sido uno de los principales focos de conflictividad social en los últimos tiempos del franquismo y en el inicio de la transición, quedaba mediatizada por objetivos políticos y económicos diseñados en un consenso lejano y ajeno.

Especialmente en CCOO, se abrió una primera crisis de importantes magnitudes que sirvió para dar cuerpo a la CSUT y al SU (dos sindicatos contestatarios a la línea oficial, en parte mediatizados o dependientes de partidos escindidos u opuestos,  en la órbita marxista, al PCE) y para que una parte significativa de los descontentos giraran su vista hacia la Confederación.

Para la CNT se trataba de hacer pagar a las clases populares la adecuación de la economía española a la crisis y a las exigencias del libre mercado y hacer retroceder las conquistas salariales y laborales.

Se lanzó una intensa campaña contra los Pactos de la Moncloa. Entre otras acciones, en enero del 78, una manifestación de más de 10.000 personas recorrió el Paralelo barcelonés. Finalizada, el lanzamiento de cócteles molotov contra la sala de fiestas Scala, símbolo de la nueva clase media, provocó un incendio y la muerte de 4 empleados (algunos afiliados a la CNT)

Casi 30 años después, sería ingenuo considerar una simple coincidencia que el mismo día de la más importante respuesta contra los pactos que sellaron la “modélica transición pactada”, un grupo de jóvenes (con la ayuda de un confidente o agente policial) quemase la sala de fiestas Scala y se iniciara una campaña gubernamental y mediática de incriminación de la CNT, que tuvo relación directa con su crisis posterior. La imagen de organización violenta o terrorista fue difícil de combatir “…y sin duda ocasionó la salida de obreros de los sindicatos de la CNT…”  [17] y se produjo un nuevo éxodo “… la afiliación queda reducida a menos de la mitad en muy poco tiempo. Se provoca una fuerte polémica..., entre los que exigen el apoyo incondicional a los militantes detenidos y los que supeditan el apoyo a una investigación… y que…se haga manifiesta la desvinculación de la CNT respecto de las acciones individuales de sus afiliados”[18].

Este clima se reflejó en el pleno de febrero del mismo año de la CNT de Catalunya, en la que plasmó  “la creciente incapacidad de los sindicatos de expresar su opinión en la CNT,… , cuando sindicatos que llevaban acuerdos pidiendo clarificación del caso Scala no los presentaron, por miedo a la reacción de la FAI”[19]

El Comité Nacional en Barcelona

El Pleno Nacional de abril de 1978, eligió a Enric Marcos como secretario general y a Barcelona como sede del secretariado permanente. Todo parecía indicar que se trataba de un respaldo a la línea de actuación más sindicalista de la mayoría en Catalunya, frente a los intentos de la FAI de conseguir un secretariado afín en Madrid. Pero, el asunto del Scala y la posición sobre las elecciones sindicales fueron dos pesadas losas. “De todos modos, el comité nacional de Marcos confirmó el tipo de práctica sindical puesta en marcha ya por la oposición en Catalunya, con un énfasis… en las secciones sindicales  y su referencia a las limitaciones de la acción asamblearia”[20]

A finales de 1978, se añaden nuevas trabas. Ramon Barnils y el equipo de Solidaridad Obrera (que habían conseguido una aceptación y un prestigio muy por encima de cualquier publicación de organización) dimitieron ante las presiones de quienes consideraban que debían tener una línea más orgánica;  y, en Sevilla, se produjo la detención de miembros de la Federación Ibérica de Grupos Anarquistas, lo que “agravará aún más la polémica interna que los grupos específicos y su lucha armada habían provocado en los sindicatos”[21]

El modelo de representación sindical

La regulación legal de la representación de los trabajadores en la empresa, que se estableció en 1977, se basaba en los comités de empresa o delegados de personal elegidos por los trabajadores y trabajadoras. Esto chocaba con el modelo tradicional de secciones sindicales del sindicalismo histórico español. Se criticó el modelo por su tendencia al corporativismo (sindicalismo de empresa), el freno que suponía a la sindicación y la previsible separación de los delegados de sus representados[22]

No obstante, el sector renovador optó por presentarse a las elecciones sindicales (en candidaturas CNT o por decisión asamblearia), intentando superar los aspectos más negativos de la ley y aprovechando los que se consideraban positivos (información y propaganda en horas de trabajo, convocatorias de asambleas, acceso a información de la empresa, representación legal,...), dejando la puerta abierta a practicar otros modelos más participativos y directos en las empresas donde la mayoría de trabajadores/as estuvieran de acuerdo.

Esta postura táctica fue duramente criticada por los sectores más fundamentalistas y, finalmente, se adoptó oficialmente una postura abstencionista. La radicalización del enfrentamiento en este apartado, junto a otros aspectos de carácter mucho más internista y de relaciones de poder[23], supuso la pérdida de una gran oportunidad para consolidar y aumentar una representatividad sindical aún significativa. Así como una de las causas fundamentales de la crisis de la CNT a finales de los 70, al tomar como una de sus señas de identidad la negativa a  participar en las elecciones sindicales[24]

1979: plenos y más plenos, expulsiones y el V Congreso

Con una pérdida galopante de afiliación y una actuación sindical general cada vez menos efectiva, debido tanto a las consecuencias de la crisis económica como al cambio de las reglas del juego en la representación sindical, la CNT se enfrasca en la preparación de su primer congreso en territorio español desde 1936.

Convocado en  el Pleno Nacional de Regionales de febrero (en el que aparecen dos delegaciones valencianas) dará lugar a tres plenos más (abril, junio y septiembre) en los que se pedirá la disolución del Comité Nacional de la CNT en el exilio (que no se produjo), el retraso del congreso de octubre a diciembre y el cambio de lugar de celebración (Asturias será substituida por Madrid) Las discusiones de los plenos fueron absolutamente peregrinas y directamente relacionadas con aspectos técnicos del congreso. La labor organicista eclipsó completamente a la actividad sindical.

Pero, mientras tanto las cosas se movían y en una determinada dirección. En Catalunya, se procedió a la crítica, descalificación y posterior expulsión de los afiliados miembros de los Grupos de Afinidad Anarcosindicalistas (“estos grupos... estaban comprometidos a restaurar la democracia en al CNT y determinados a que la dirección anarcosindicalista de la organización prevaleciese”)[25], algunos de ellos miembros del secretariado permanente confederal y otros con responsabilidades en sus sindicatos. Pronto hizo fortuna la expresión paralela, aunque “la diferenciación entre organización específica (supuestamente anarquista y, sin voluntad de poder) y organización paralela nunca se acabó de entender de forma clara”[26]

De lo que se trataba era de dejar fuera de la cita congresual a los representantes de una corriente de opinión que propugnaba: sindicatos conformados por trabajadores/as, la no exigencia de una determinada ideología, el federalismo en la toma de decisiones, las asambleas como órganos soberanos de los sindicatos,...”una organización de clase que manteniendo el objetivo último del comunismo libertario, asume la estrategia emancipadora del sindicalismo revolucionario, que se nutre de la propia experiencia de las luchas obreras”[27]

En junio, una operación policial acaba con la muerte de un presunto miembro de la FIGA y la detención de 17 más en Almería, Madrid y Barcelona. En el pleno de septiembre, la CNT reconoce 51 presos libertarios. 

 “La CNT envuelta en su batalla para preparar el Congreso, estaba casi totalmente ausente de la lucha del movimiento obrero en 1979, el año en que la baja en la lucha obrera fue considerablemente mayor,…Una fase de la transición política en España había llegado a su fin, y con ello, un capítulo de la historia de la CNT”[28]

El Congreso de la Casa de Campo

En este ambiente, los meses previos al congreso se produce un bombardeo de artículos en los medios confederales (Montseny, Campos,...), en los  que bajo una  pretendida pátina histórica se daba la versión ortodoxa y gloriosa de la CNT, tanto durante la Guerra Civil como en el exilio. Historicismo e idealización de una CNT todopoderosa que “resurgía de sus cenizas cual ave fénix”[29]

El V Congreso no fue otra cosa que la reafirmación de los principios, tácticas y finalidades inamovibles desde el 36, acompañadas de referencias y posiciones marginales respecto de la situación social y laboral del momento que contentaban a los sectores globalistas. Gómez Casas justifica este paso porque “ir hacia los trabajadores (¿qué trabajadores?) dejando atrás la esencialidad para ir más deprisa, eso sería ir rectamente a la integración en el sistema, que es lo que hacen los partidos y las centrales dependientes”[30]

No obstante este clima propicio, las vulneraciones de reglamentos y normas y las intimidaciones que se produjeron para obtener los resultados programados, 53 delegados firmaron un escrito pidiendo la suspensión del congreso por sus irregularidades y abandonaron el mismo al ser rechazada su reclamación.

De la ruptura a la reunificación

“El radicalismo antisistema, marginal se impuso en la CNT, y quedó para las sucesivas escisiones y para su agrupación posterior la posibilidad de... cambiar lo fundamental en la práctica... para adaptarse a la nueva realidad social”.[31]

Sobre la base de los sindicatos impugnadores del V Congreso y de personas y secciones sindicales que se habían ido quedando en el camino  (a raíz de los múltiples conflictos internos o de posiciones orgánicas marginales) se fueron conformando sindicatos autónomos que confluyeron en 1980 en el VI Congreso;  que dio lugar a otra CNT,  conocida como CNT-Congreso de Valencia, en oposición a la CNT-AIT (que colocaba las siglas de la internacional –prácticamente inexistente- como símbolo de reconocimiento y esencialismo)

Las dos organizaciones muy mermadas de afiliación y de proyección sindical iniciaron dos caminos opuestos: la CNT-CV tratando de buscar un espacio sindical sobre la base de un acercamiento a la realidad laboral y la CNT-AIT en su línea de reafirmación ideológica.

Tras el congreso de Barcelona, en 1983, de la CNT-AIT, sectores de esta organización vieron necesario provocar un cambio de rumbo. Después de más de 3 años de la reafirmación de los principios, tácticas y finalidades y de  la expulsión de todos los enemigos internos, se continuaba sin ocupar un espacio significativo en el movimiento sindical español. Constituyeron los sindicatos de oposición de la CNT-AIT y comenzaron conversaciones con la CNT-CV con el propósito de ir fortaleciendo el conocimiento mutuo y superar las diferencias y desconfianzas que aún existían.

El VIII Congreso de la CNT-CV (29, 30 y 31 de octubre y 1 de noviembre de 1983, en Madrid) realizó un llamamiento a la reunificación confederal basado en el restablecimiento de un clima de respeto, tolerancia y apoyo mutuo. Se entendía  que, de persistir en la discordia, el porvenir de la CNT y las ideas libertarias estaban seriamente amenazadas y condenadas a la extinción. Se llamaba a las bases de la CNT-AIT a iniciar un proceso transparente de unificación que confluyera en la fusión de ambas CNT, propiciando la celebración de un congreso extraordinario de reunificación lo antes posible.[32]

La respuesta fue desigual, mientras en algunos casos se procedió a un buen entendimiento y al establecimiento de mecanismos de  intervención sindical y social conjuntos, en otros casos merodearon las agresiones  y los asaltos de locales.

Finalmente, los días 29 y 30 de junio y 1 de julio de 1984 tuvo lugar en el Palacio de Congresos y Exposiciones de Madrid el Congreso Extraordinario de Unificación, que  se desarrolló en un ambiente de gran tensión por la actuación de un grupo de iluminados en el exterior.

No obstante, sus resoluciones abrieron el camino a la CNT renovada y, más tarde, a la CGT: fuerte autocrítica de las actuaciones pasadas, abandono del criticismo negativista y del sindicalismo sin soluciones prácticas, construcción de una organización plural, destierro de la automarginación, aceptación de la participación en los comités de empresa (sólo desde dentro, se decía, se les puede vaciar de contenido)  sin afectar a la táctica de la acción directa, elaboración de propuestas con objetivos concretos y reales que puedan ser asumidos y defendidos por los trabajadores,...[33] 

 

Emili Cortavitarte Carral

 


 

[1] Federica Montseny, Germinal Esgleas y la llamada CNT ortodoxa, con sede en la rue Belfort de Toulouse.

[2] Negociación colectiva, movilizaciones y huelgas en los sectores de gasolineras, metal, artes gráficas,... y en muchas empresas.

[3] Convocatoria de la Asamblea Confederal de Catalunya

[4] Acta de la Asamblea Confederal de Catalunya.

[5] Gutiérrez, J.L. y Guijarro González, J: La CNT en Andalucía: reorganización y conflicto en La oposición libertaria al régimen de Franco. FSS Ediciones. Madrid 1993; páginas 675 a 757.

[6] El Mundo Diario, febrero de 1976.

[7] Editorial de Solidaridad Obrera, núm. 4, octubre de 1976

[8] Gutiérrez, JL, y Guijarro, J; Op. Cit.

[9] Zambrana, Joan: La alternativa libertaria (Catalunya 1976-1979). Edicions Fet a mà. Barcelona, 2000.

[10] Torres Rayan, M; El anarquismo viejo y nuevo: la reconstrucción de la CNT, 1976-1979  en La oposición libertaria al régimen de Franco. FSS Ediciones. Madrid 1993, p 653 a 674.

[11] Torres Rayan, M; Op. Cit.

[12] Ibidem.

[13] Edo, Luis: 20 años de anarcosindicalismo en Catalunya, Librepensamiento nº 24.

[14] Es necesario debatir y construir. Solidaridad Obrera, marzo de 1977, portada.

[15] Sanz Oller, J. (pseudónimo del José Antonio Díaz, sindicalista de gráficas);  Tribuna Libre. Solidaridad Obrera, marzo de 1977; p. 2 y 3.

[16] Rivera, Antonio: Demasiado tarde (el anarcosindicalismo en la transición española) Librepensamiento, nº 31

[17] Torres Rayan, M. Op. Cit.

[18] Edo, L. Op. Cit.

[19] Torres Rayan, M; Op. Cit..

[20] Ibídem.

[21] Gutiérrez, JL,  y Guijarro, J; Op. Cit.

[22] Elaboremos una alternativa de organización sindical obrera, Solidaridad Obrera, julio-agosto de 1977.

[23] Cortavitarte, E: “Posicions, debats, confrontacions i sectors en la CNT de Catalunya (1976-1979) trabajo de doctorado no publicado. 

[24] Rivera, A. Op. Cit.

[25] Tores Rayan, M: Op. Cit.

[26] Zambraba, J: Op. Cit.

[27] Grupos de Afinidad Anarcosindicalistas: Por una CNT anarcosindicalista.

[28] Torres Rayan, M: Op. Cit.

[29] Rivera, A. Op. Cit.

[30] Gómez Casas, J: Relanzamiento de la CNT, 1975-1979. Ediciones CNT-AIT. Madrid,

[31] Rivera, A. Op. Cit.

[32] VIII Congreso CNT. Acuerdos.

[33] Congreso Extraordinario de Unificación. Resumen de los acuerdos.