Camillo Berneri, intelectual de la misma
generación (y de la talla) de Piero Gobetti, Carlo Rosselli y Antonio Gramsci,
de quienes fue un estimado interlocutor, casi ha sido borrado del todo por la
oficialidad de la historiografía (también de la izquierda). ¿Su culpa? Ser
anarquista. Un anarquista cuya capacidad teórica traza, con un estilo
antidogmático y hoy más que nunca, el “programa mínimo” para el único (y el último) socialismo posible: el
libertario.
En
Berneri emerge la preocupación de afirmar la primacía de
la ética sobre la política, cuya
“autonomía” está según él en el
origen de la imposibilidad de cualquier cambio progresivo. Verdadero
“liberal del socialismo”, Berneri no se opuso sólo
al sistema capitalista y al fascismo, sino a toda razón de estado
y a cualquier forma de totalitarismo, inclusive el bolchevismo. Así, el indómito
intelectual militante que luchó en primera persona contra las fuerzas
tradicionales de la reacción – perseguido por Mussolini hasta desde 1926 hasta
su exilio – al final fue asesinado antes de cumplir cuarenta años por los
sicarios de Stalin, con la colaboración determinante de los italianos Togliatti,
Longo y Vidali, en la Barcelona revolucionaria de 1937.
Su rigor lo llevó a entrar en colisión con
todos los ideologismos y las
soluciones doctrinarias del “siglo breve”. Se distanció de las simplicistas recetas de cierto anarquismo, con un
esfuerzo teórico y autocrítico único en el panorama anarquista. Berneri concibió
libres instituciones de la sociedad civil en antítesis con el estado, basadas en el comunalismo y
coordinadas en sentido federalista; criticó los miedos de los “anarquistas
integristas” respecto a la elaboración de una praxis política concreta y de un
programa; valorizó el mundo del asociacionismo de base y la organización
anarcosindicalista; se ocupó de psicología, estigmatizando la demagogia, la obrerolatría y el antisemitismo de izquierdas; vio al
individuo no como mónada, sino como elemento
de valor intrínseco en el seno de una organización política de los anarquistas
con identidad colectiva; intentó dar al
anarquismo la capacidad gradualista de promover batallas, también de opinión,
más allá de los “fundamentalistas” confines de la ideología y de estrechar las
alianzas políticas necesarias (dirigiéndose para ello a su tiempo al área
genuinamente liberalsocialista); no se hizo ilusiones sobre la palingenesia revolucionaria o sobre la
“espontánea” justicia de las masas,
pronunciándose por la necesidad de reglas compartidas pero imperativas; denunció
la codificación de criterios tácticos elevados a principios dogmáticos, como en
el caso del que definió “cretinismo abstencionista” y que se convirtió en diktat omnicomprensivo incluso a nivel
de comunidad local y de en ocasiones
referendarias; contraponiéndose al positivismo imperante, se declaró
experimentalista y humanista, y puso todo su empeño en favor de la libertad
religiosa; posibilista en economía, estuvo en contra de los sistemas cerrados y
a favor de la pequeña propiedad; siendo principalmente partidario de la equidad
y colectivista, su opción comunista, voluntaria en vez de planificadora, nunca
fue intransigente.
Stefano d’Errico (1953) participa en el movimiento estudiantil de
1968 y, posteriormente, en diferentes experiencias comunitarias de aquel
periodo. Activo en el anarquismo romano, colabora durante años en la revista A y en Umanità Nova. Figura entre los
fundadores de la Cooperativa “Bravetta ‘80”, experiencia piloto capitolina
autogestionada por el área del “movimiento” contra la institucionalización de la
drogadicción y a favor de la recuperación del
subproletariado urbano. Desarrolla sobre el terreno una larga investigación
colectiva, referida en AA. VV., La
diversità domata. Cultura della droga, integrazione e controllo nei servizi per
tossicodipendenti (a cargo de R. De Angelis, Instituto “Placido Martini” –
Officina Edizioni, Roma 1987).
Siendo uno de los animadores de los
Comitati di Base della Scuola, en 1990 d’Errico pasa a ser secretario nacional
de la Confederazione Italiana di Base Unicobas, primera realidad intercategorial
del sindicalismo alternativo en Italia. En los años 90, también contribuye en el
desarrollo de la Asociación “l’AltrascuolA”, activa en el campo de los cursos de
formación de docentes y promotora de estudios y congresos. Firma la introducción
de A scuola tra le culture del mondo
(D. Rossi, Teti Editore, Milano 2000) y un libro de materia sindical (Tutti i contratti. Manuale per l’uso, U
Book – Rubbettino, Catanzaro 2000).